La violencia de género se ha convertido en la peor pandemia en contra de las mujeres, que persiste gracias a la impunidad que es tolerada por sistemas de justicia, que no investigan ni juzgan con perspectiva de género.
Así, la violencia de género se convierte en un problema estructural, que se ensaña aún más con aquellas niñas y mujeres en condiciones de vulnerabilidad, como lo son la pobreza, origen racial o étnico, y estar en migración.
Otro aspecto de la impunidad estructural en torno a este fenómeno lo encontramos al ver que la mayoría de las personas buscadoras de personas desaparecidas son principalmente mujeres. Frente a la falta de voluntad e incapacidad de las autoridades para investigar adecuadamente estos casos, numerosas mujeres han formado grupos o comités en el país de origen de la migración para buscar a sus seres queridos.
Muchas veces las mujeres buscadoras son particularmente vulnerables a sufrir serios efectos sociales y económicos adversos, así como a padecer violencia, persecución y represalias como resultado de sus esfuerzos para localizar a sus seres queridos.