Dos averiguaciones previas, dos amparos, tres quejas, una acción urgente del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU, tres cuerpos pendientes de identificar, tres quejas y una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)… Y cero justicia.
Fue hoy hace ocho años (16 de febrero de 2014) que Gustavo Adolfo llamó por última vez a su familia en Guatemala. Les dijo que se encontraba bien y que junto “al grupo” estaban cerca de Reynosa, Tamaulipas. Desde ahí, respirar el “sueño americano” de una vida mejor para él y los suyos parecía más cercano. Pero Gustavo y otras 15 personas migrantes (10 guatemaltecos y tres hondureño, incluyendo una mujer) serían masacrados cerca de esa zona.