Es tan rala la rendición de cuentas en México que celebramos como excepcional una simple “reunión de trabajo” entre el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia, y una Comisión del Senado.
Ubiquemos el hecho. Padecemos una epidemia de violación a los derechos humanos porque a los abusos históricos se le suma el gigantesco costo social de las guerras del narco. La tragedia humanitaria ha desnudado las carencias y fallas de una CNDH notable por su opulencia. En 2013 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos tuvo 141 millones de pesos de presupuesto, Human Rights Watch, 825 y la CNDH, ¡1,375 millones! Como el dinero no siempre compra prestigios la CNDH es un organismo desprestigiado en el mundo de los derechos humanos.
Este martes 20 de mayo hubo una reunión de trabajo entre el presidente de la CNDH y los integrantes de la Comisión de Derechos Humanos del Senado que preside Angélica de la Peña. Su relevancia está en que, hasta donde he podido averiguar, es la primera vez que un presidente de la CNDH rinde cuentas en público a petición de tres organismos civiles que defienden víctimas.
La Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, el Grupo de Información en Reproducción Elegida y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos promovieron el encuentro a partir de dos hechos: las víctimas no son una prioridad para la CNDH y urge que rinda cuentas. Eso mismo piensan analistas (me incluyo) y organismos nacionales y extranjeros; entre otros, Artículo 19, Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
La degradación de la Comisión fue una obra de largo aliento. La CNDH nació en 1990 y su primer presidente, Jorge Carpizo, integró un equipo caracterizado por el compromiso y la enjundia; retomó el trabajo pionero de la sociedad civil y se coordinó con ella para incorporar los derechos humanos a la agenda nacional.
Con los años fue perdiendo brillo y sustancia. La presidencia de José Luis Soberanes (1999-2009) fue particularmente nociva y Raúl Plascencia siguió sus pasos. Ejemplos: la CNDH boicoteó el diagnóstico que hizo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre lo que pasaba en México y hostigó todo lo que pudo a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal por representar un modelo alternativo.
Eso sí, la CNDH tiene mención honorífica en su creencia de que el tema es de su exclusividad; en su astucia para obtener presupuestos cada vez más jugosos; en la construcción de un estilo solemne y pomposo adecuado para presídiums y malo para acompañar desamparados; y en la cooptación de políticos, medios de comunicación y senadores encargados por ley de vigilarla. Lo peor es que buena parte de las comisiones de los estados imitan a la nacional.
Los senadores han sido una guardia pretoriana indiferente a la degradación de la CNDH; para no confrontar la realidad optaron por negarla: nunca han alentado una evaluación integral de la CNDH. Es posible que la dureza de mis juicios sea vista como los resabios de un amargoso que odia a las instituciones existentes porque arrastra una agenda oculta. Acepto que tal vez me extramilito en mis juicios y que la CNDH es un estuche de monerías.
El hecho es que en unos meses se renovará la presidencia de ese organismo público y estoy convencido de que Raúl Plascencia no merece la reelección; su comportamiento ante la matanza de 72 migrantes basta para descalificarlo. Los senadores tomarán una decisión en medio de un fuerte escrutinio social; sería bueno que se documenten sobre lo que ha hecho y dejado de hacer la CNDH en los últimos 24 años. Por el momento, la reunión de trabajo (que comentaré en otra ocasión) es una buena señal.
El encuentro en el Senado permitirá valorar, ¡finalmente!, los argumentos de Raúl Plascencia y la seriedad de los integrantes de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara alta. Si después de eso evalúan en serio al presidente y a la institución y si se apegan a un proceso transparente y objetivo, tal vez llegue a la CNDH la persona idónea para atender la emergencia humanitaria: las víctimas de la violencia necesitan a un ombudsman comprometido.
La inédita “reunión de trabajo” del 20 de mayo podría ser un anticipo de las viandas que engalanan el altar de los derechos humanos; si persisten en elegir lacayos de poderosos, el encuentro será una migaja inservible.
Colaboró Paulina Arriaga Carrasco.